lunes, 29 de julio de 2013

Hay un león en mi cama


Sí, desde que llegué a Cholula. Siempre expectante, la mirada altiva, zarpas listas para el ataque, durante el día agazapado esperando que llegue su hora y yo sin saber, cuando la luna aparece, si me acuesto o no. Los primeros días cambiaba de cama, su rugido era excesivo para mi sueño ligero. La verdad, no estoy yo para esto. Menos a mi edad. Si me hubiera cogido más joven a lo mejor me hubiera dejado seducir, acudir a la llamada selvática, subir en sus lomos y dejarme llevar por otros mundos más salvajes. Una cosa es que México transforme y otra esto.
 
(Haciendo caso a Sarabia, he decidido poner la parte por el todo. No hay foto de selva.)
Soy de las de ir paso a paso, sin grandes sustos, para metamorfosis con la de Kafka tengo suficiente, pero en papel, para yo leer e imaginar, no para dormir todas las noches con ella. Además, una cosa es ser un insecto al que se le puede clavar una manzana en el lomo y otra un león. Ni siquiera puedo arañarle, me gana. Si le agarro la melena, él hace lo mismo con la mía, solo que con más fuerza. País extraño este. Después de las primeras noches durmiendo en otra habitación decidí hacerle frente y ver si conseguía echarle yo a él o guardarlo en un armario, pero veréis, aquí las noches son frescas y resulta que un león en la cama da bastante calor, y un calor agradable. A la semana decidí hacer caso omiso a su llamada penetrante,  a su postura altiva, a su pata apoyada en la roca como diciendo, sí soy el rey, como en la ranchera. He dejado que siga siendo el rey, yo con la cabecera de piedra, que me he dado cuenta que le sienta fatal. Saco provecho de su calor y santas pascuas. Al fin y al cabo no es de lo peor que había en la casa después de pasarme dos días escondiendo en armarios alfombrillas, cristos, angelotes y angelitos, virgencitas, velas, jarrones horteras con flores de plástico, que de todo encontré. Tras el adecentamiento de rigor, he decidido conservar al león.  Aquí va la prueba. Encima de la cama.

viernes, 26 de julio de 2013

Zapata Se Queda. Lila Downs, oaxaqueña de nacimiento canta con Totó la Momposina


Oaxaca


Resumen del viaje a Oaxaca. Cuatro horas y media en autobús, la mejor forma de viajar por México y la más segura. Los autobuses son buenos y cómodos y los conductores adiestrados. Desistimos de alquilar coche y nos alegramos. Hemos ido por sierras, montañas y valles y salvo unos 60 km. a la salida de Puebla que es autovía y unos 40 km antes de entrar en Oaxaca que también lo es, el resto carretera nacional, estrecha, con desfiladeros profundos y un paisaje de lo más variado, sobre todo cuando entramos en la selva subtropical. Oaxaca está al suroeste de Puebla, hace más calor y tiene costa en el Pacífico, aunque no llegamos a ella, nos quedamos en la capital. Antes pasamos zonas frondosas y en lo alto de las montañas zonas desérticas con una variedad de cactus de toda índole, cactus en forma de falo, magueyes, pitas,  cactus en forma de árbol, pinos con forma de cactus o cactus con hojas de pinos, la verdad, desconocidos para mí. Tras horas de gargantas y desfiladeros, de subir y bajar montañas, entramos en Oaxaca, frondoso y selvático.




Lástima que en las fotos, sacadas desde el autobús, no se aprecie bien el paisaje.
 
 
La ciudad se encuentra en un valle olla, rodeado de montañas y muy protegida por ellas, a 1.500 m de altitud. Aparecen jacarandas, magnolios, laureles de la china, buganvillas y framboyanes. El resto, ni pajolera idea. Al fondo, la sierra norte de Oaxaca, selva tropical, una se imagina la guerrilla escondiéndose y trayendo al jaque al ejército juarista. En fin, el romanticismo me domina. Hace bastante más calor que en Puebla. Cuando le preguntamos al taxista que nos llevaba al hotel la altitud de Oaxaca su respuesta fue: la que tiene, ni más ni menos. ¿Llueve?  Cuando debe. ¿Temperatura?  La que hay, por la mañana fresco, al mediodía calor. Todo un compendio de sabiduría y respuestas típicas que yo también diría ante guiris como nosotros.
Nos costó reservar hotel, casi todos estaban llenos. Y nos preguntábamos qué tendría Oaxaca para tener todas las plazas hoteleras  cubiertas. Luego, tras encontrar habitación en el hotel Oaxaca Mágico, casa colonial reconvertida, lo entendimos. Estábamos en el mes de julio, que es el mes de la GUELAGUETZA, palabra zapoteca (era la cultura prehispánica de la zona sur de México) que significa ofrenda, presente. La tradición es antigua y consiste en que los campesinos de todo el estado bajan a la capital y obsequian con sus presentes, comida y bebida de nuevo, a todos los de la capital. Esta fiesta prehispánica  estaba dedicada inicialmente a CENTEOTL  (diosa del maíz) y se mezcló o fue mezclada o usurpada por la iglesia católica y la recondujo a fiestas también en honor de la Virgen del Carmen. Total, que llegamos en plena fiesta, con la feria del tamal, la feria del mezcal, la feria de la artesanía, la feria de los bailes tradicionales de Oaxaca. Música y comida por todas las plazas, los oaxaqueños con sus mejores galas, ellos sombrero y chaqueta, ellas con sus huipiles largos y faldas asomadas debajo llenas de color y sus rebozos. Calor  y mucho norteamericano turista. Nos sorprendió ver tantos, pues en Puebla casi no se ven. Parece ser que el mes de la Guelaguetza tiene mucha aceptación entre ellos




Oaxaca es también una ciudad colonial, más pequeña que Puebla y se nota en las calles que más pobre también. Aquí la gente habla el zapoteco y el mixteco. Lo hemos oído por la calle pero no sabría distinguir cuál de los dos era. Oaxaca de Juárez es un centro de convergencia para todos los diferentes grupos étnicos, entre ellos se encuentran: los amuzgos, cuicatecos, chatinos, chinantecos, chochos, chontales, huaves, ixcatecos, mazatecos, mixes, mixtecos, nahuatlecos, triques, zapotecos, zoques y popolocas.  La riqueza de la artesanía, precisamente por esto, es enorme. Muy típicos de Oaxaca son los alebrijes, figuras de madera polícromas, que representan animales extraños. Es curioso, porque la palabra con que se les designa  no es zapoteca, ya que ellos no pronuncian la r. En caló, sí, habéis leído bien, significa cosa enredada y fantástica. 

 Fueron los indígenas que trabajaban con un hacendado español los que desarrollaron la policromía sobre lo que el señor labraba. Parece ser que ellos bajaban la madera de la selva y hay que tallarla cuando aún está verde y húmeda. Los textiles tienen mucha importancia y parece ser que la cerámica también.  Son los que producen las imágenes en latón, llegando a hacer con este material cantidad de imágenes, sobre todo calaveras, que tanto les gusta.
Bailando en el zócalo


Cestería en el mercado: Ina dibujando el trabajo artesanal


La danza de Quetzal

Zancudos también en Oaxaca


Tienda de artesanía




¿Y quiénes son esos que se han colado en la foto?

Lugareños por detrás, dispuestos a bailar.


  La ciudad no llega a los 300.000 habitantes. Es tranquila, se puede pasear por las calles salvo en las horas de máximo calor, tiene también un enorme zócalo y muchas de las casas coloniales son de una sola planta, no de dos como en Puebla. Además, los adornos en iglesias y en portones son mucho más sobrios, lo cual ayuda a relajar.
Es una arquitectura colonial más sobria que Puebla
 
 
El patio de una escuela, así da gusto.
 
Otro patio colonial, haciendo el ganso.
 

Como comprenderéis no nos quedó más remedio que comer en la Feria del Tamal, oyendo música y observando lo que bebían (no nos atrevimos por lo de Monctezuma). La bebida típica es el TEJATE, también una bebida prehispánica elaborada a base de cacao, maíz criollo y hueso mamey que se sirve con hielo (aquí la parte peligrosa). Parece ser que la bebida formaba parte de los rituales para las fiestas de las lluvias de los zapotecas, y andan ahora trajinando la denominación de origen para comercializarla debidamente embotellada. En la entrada anterior puse una foto de una mujer preparando esa bebida. 
 
Visitamos  museos (los más interesantes el Museo del textil y el prehispánico), los mercados, las ferias de artesanía, en fin, todo dentro de un programa turístico avanzado. Las fotos lo atestiguan.



 

A la vuelta, de nuevo el paisaje, sobrecogedor porque acababa de llover y era por la tarde, con un brillo dorado sobre la sierra, los árboles y los campos de maíz, las haciendas y de cuando en cuando algún caballo. Con un cielo de nubes oscuras y claros azul intenso, como diría el servicio de meteorología para quitarle romanticismo a la cosa. Ya de noche, antes de llegar a Puebla, paran el autocar en el arcén y sube un soldado del ejército mexicano: ¡buenas noches! El servicio de vigilancia contra el narcotráfico siempre atento, vamos a registrar sus valijas. Pues eso.

De Oaxaca es la cantante Lila Downs y estando nosotros allí la nombraron hija predilecta de la ciudad por su ayuda a las mujeres indígenas oaxaqueñas.
 

martes, 23 de julio de 2013

LA VALENTINA


Misceláneas II y III


 
Miscelánea II
Todos los días pasa por el zócalo, pequeñito pelo pincho, no más de once años aunque parece seis, con una flauta dulce, ni siquiera andina, a la que saca una o dos notas, ninguna melodía. Le acompaña otro igual, un poco más alto con una sola maraca que no lleva el ritmo, la mueve de vez en cuando al pedir dinero por las mesas. A lo mejor algunos pesos, las más de las veces sin lograr un chavo.
En una mesa de la terraza alguien le dice: cambia de melodía, esa la tocaste ayer. Si lo haces te doy un peso. Ninguno de los dos sonríe y le miran como pensando que es idiota, que si supieran algo ya lo habrían tocado. Pero un peso es un peso, el de la flauta callado se pone a mirar al horizonte. El de la maraca grita: “un dos tres, ¡ritmo!” y suelta un maracazo desacompasado de la nota que el flautista da.
Pero ha habido un cambio y el de la mesa cumple y le da dos pesos, uno por la melodía de ayer, otro por el esfuerzo.

 

MISCELÁNEA III

Llega una indita vieja revieja. Debió medir metro y medio pero ahora  menos, dos trenzas largas de pelo cano y raya en medio y sobre la cabeza un fajín que sostiene el peso de lo que lleva en la espalda: botes de miel. Parada frente a la mesa veo su tamaño de niña. Suenan las campanas de la iglesia, son las 12 de la mañana. Tiene unos ojos vivos que apenas se entrevén entre arrugas surcadas y una sonrisa tan pícara que no me puedo resistir: por ser usted le compro la miel. Vale, responde, y sin regatear, ella lo hace: se lo dejo en 25 pesos. Pienso que no he seguido el protocolo, que primero tendría que haber preguntado cuánto, ella me habría dicho una cantidad y al final del proceso, le hubiera pagado lo mismo. Pero tengo la sensación de haberme perdido su gracia, su esmero por vender. No tiene cambio y se va con el billete. Me deja la bolsa de tela con el resto de tarros como retén. Me enternece la dignidad de su gesto. Finalizada la transacción, se marcha. Al cabo de un rato yo también me voy, la encuentro en otra mesa, unos turistas la han invitado a merendar quesadillas. Me ve,  se ríe de puro contenta y me dice adiós.
 
Como las ferias más importantes de Cholula tienen que ver, bien con la artesanía, bien con el comer, nos acercamos a la Feria del Molote, que es como una empanada gigantesca que se fríe rellena e cualquier cosa. Todo el día comiendo, ya lo he dicho. y cualquier motivo es bueno para vender todo tipo de productos alimenticios. Aquí van imágenes que lo atestiguan.
Esta mujer vendía chapulines (saltamontes fritos)
 
Esta mujer estaba preparando una bebida a base de cacao
 
El puesto donde vendían el pulque
 
Cartel anunciador de la feria del molote.
 
Comiendo manos de pollo, que se venden en un vaso de plástico y con una salsa picante
 
A la salida de la feria, con una vendedora de chapulines detrás. Mi hermana, de vacaciones y al fondo Ignacio.

viernes, 19 de julio de 2013

Las soldaderas


Miscelánea I



Todas las mañanas, al salir de casa, saludo al Popo. Ahí está, majestuoso, comenzando el día con su forma cónica y sagrada, las nubes que rodean su cintura y la humareda constante, sus estornudos. Solo una vez lo he visto tranquilo con su cráter límpido. Me inspiró paz. El resto de los días no, es como que te dice: venga, sal, explora, atrévete. ¿No me ves? Sigo vivo, resisto tras miles de años, estoy en activo. No me queda más remedio que hacerle caso, coger mi mochila, el cuaderno, el boli y la cámara de fotos.

Otras veces lo cambio por los útiles de la piscina y me voy a nadar. Lo conseguí tras un mes de papeleo. Mi espondilolistesis L5-S1 de tipo A no operable, me obliga a fortalecer musculatura.  Es un diagnóstico médico para decir que me hicieron mal o que no terminé de hacerme, defecto de fábrica. Por eso salgo más barata. Bueno, que la columna vertebral anda suelta y por ende baila al son de cualquier ritmo ella sola, sin tener en cuenta mis intereses. Pero yo la domestico y la inflijo rectitud con la natación y el taichí. Las dos cosas me gustan, máxime fuera de invierno. A lo que iba, que me disperso. Tengo la enorme suerte de tener un polideportivo municipal a 300 metros del fraccionamiento, con sala de musculación  y música máquina a todo tren que no uso, pero que haría las delicias de más de un masoca. Hay también sauna,  la ponen a funcionar a diario de 6,30 a 8,30 de la mañana y de 19 a 21 por la noche. Como que no. Así que yo a lo mío, a nadar, piscina climatizada, 29 º, mucho más caliente que las de Madrid. PERO ME HA COSTADO. Me presenté a los pocos días de aterrizar con mis aperos: buenos días, vengo a nadar. ¿Cursillo? No, nado libre. Muy bien, necesita traer: un certificado médico, dos fotos infantiles (se refiere a tamaño carné), una fotocopia de su documentación, una fotocopia de un recibo o justificante de que está usted viviendo por la zona, pagar esta y esta otra cantidad y fotocopiar los recibos por triplicado en folios diferentes, rellenar estos dos impresos y, una vez todo eso, que le vea el médico del polideportivo.
Pero yo solo quiero nadar. Ya, si no es con todo eso, imposible. ¿Ni mientras tanto un poquito? No, todo lo más le enseñamos las instalaciones. (Eso hicieron). Me puse manos a la obra. Fui a la Cruz Roja de Cholula para lo del certificado, me tomaron la tensión, me auscultaron el corazón, me pesaron (sigo igual), me midieron (he encogido lo que significa que estoy más gorda) y como no me acordaba del factor de mi sangre, me lo hicieron. Me sacaron la densidad muscular, parece ser imprescindible para nadar y, tras ello, me expidieron el certificado previo pago de una cantidad, por supuesto. Luego, las fotos esas, realismo a tope. Fotocopia del recibo de la luz. Voy con ello por si valía, sin pagar aún,  pero como lo de la luz no estaba a mi nombre (el contrato de la casa aquí tarda seis meses en firmarse), me dijeron: ah, es que entonces tiene que cambiar de papeles, no puede hacerlo a título individual, sino familiar. Yo: es que... Ella: nada, nada. Yo: si eso es lo que quiero... Pues otros papeles. Por fin, con todo relleno y a punto, me presento a pagar. Ya estábamos a 25 de junio, lo recuerdo muy bien. Me dicen:  no admitimos pagos fraccionados, si paga usted, aquí no, en el banco, por cinco días le van a cobrar todo el mes de junio, así que mejor se espera a que empiece julio-. Tuve que hacer eso. El primer día laborable estaba en el banco nacional de México, para pagar. Craso error, cola de vuelta a la esquina. Es que, como el dinero la mayoría lo cobra en metálico, van a pagar al banco el recibo del agua, de la luz, de todo. Aquí, aún no hay nada domiciliado. (Mejor para ellos, menos comisiones, que lo nuestro es una trampa). Pero hay que armarse de paciencia. Bueno, decidí volver al día siguiente, que habría menos cola. Y sí, no había nada de cola, según llego a la ventanilla a pagar me dicen: no funciona, se nos ha caído la red. ¿Toda?  Toda. ¿En todas las sucursales? En todo México, señora. ¿Y sabe usted cuándo estará operativa?  Encogimiento de hombros.
Vuelta a casa. Al día siguiente iba temblando, pero por fin pude pagar, llevarlo todo de nuevo a la piscina pensando en qué me podía faltar, pero no, pude entrar y empezar. ¡Lo conseguí un mes después!
En fin, la herencia de la burocracia española, la costumbre de la seguridad ante todo de los USA y el carácter de por sí calmoso del mexicano producen un cóctel peculiar. Hablando en plata: a veces te desesperas. Pero la espera ha merecido la pena. Hete aquí el polideportivo
 

lunes, 15 de julio de 2013

La cucaracha revolucionaria


Un México que ya pasó


La vida cotidiana

Cuando la cita obligatoria con la lluvia vespertina se retrasa y, en vez de caer a las cinco o seis de la tarde, lo hace a los ocho o las nueve, la luz que se produce es espectacular. Las nubes amagan y no descargan, pero están presentes, y entre ellas se cuela el sol. Los colores coloniales de las casas, el azul intenso, el albero, el verde o el rojo sangre resaltan mucho más. Esas tardes, los zócalos de las ciudades de México se llenan de vida, salen parejas, personas que se buscan la vida, niños que por un peso tocan la flauta o te venden camotes, cometas que hacen volar niños y mayores. El zócalo es ese espacio común democrático para todos por igual. Oyes música, comes una quesadilla, o una paleta (nuestros polos). Lo que nosotros llamamos heladerías, aquí son paleterías.

En una de esas tardes fuimos a pasear y, como respetaba la lluvia, dimos la vuelta por las huertas de Cholula, o sea, por las afueras,


 subimos hasta el santuario y lo fotografié más de cerca: primero la base de la antigua pirámide, lo único que se ha descubierto. Después, el santuario en todo su esplendor desde  los descampados y los campos de cultivo de margaritas. Llegamos al zócalo tras una hora andando y nos sentamos en los soportales muy cerca de la plaza, y observamos a las gentes. Estas son algunas de las fotos que saqué y que sirven para que os hagáis una idea de lo que he contado: 




Vendedor de cestas

Esta mujer estaba haciendo cometas para vender

Buscándose la vida unos niños...

...Y una mujer vendiendo abalorios
 
Ciegos cantando en los soportales del zócalo de Puebla.
Ina y yo el día de mi cumple. No todos van a ser mexicanos.
 
Y éste, el cartel correspondiente a la entrada de hoy: no es rapidez, pero sí calidad. Ojo a los jugos. vampiro (toma ya), antigripal, vuelve a la vida, quema grasa, colitis...