jueves, 13 de junio de 2013


Ayer por la tarde, nada de sol.
Arreció lluvia del 15 y aun así nos fuimos  paseando hasta Cholula cuando escampó. Sorteamos  riadas en vez de charcos. Debíamos de ser los únicos que paseaban. Cuando llueve la gente no sale, o se refugia. Aquí nadie camina, tienen pedales en vez de pies. Paseo por el Cholula colonial, un jugo en los soportales del zócalo con un taco de cochinita. El picante aparte, le puse y me sentí dragón, mi horóscopo chino. Eso, de aperitivo. De camino a casa, cenamos en una taquería un consomé de camarón, riquísimo y picante, una quesadilla y un taco árabe, hecho con harina de trigo, y distinto del taco oriental, hecho con harina de maíz. El relleno, el mismo, el cordero. O sea, un kebab. La salsa de chile siempre en la mesa, como si fuera ketchup. Por supuesto, lo aderecé, faltaría más. De nuevo fuego por la boca, ojos, orejas y narices.  Digestión pesada y un firme propósito, cenar más ligerito... Hay una fuerte colonia árabe en Cholula, pero los chinos no han llegado todavía. Tendrían mucha competencia, aquí las tiendas están abiertas hasta las diez o las once de la noche, festivos y domingos, sobre todo las pequeñas tienditas que te sacan del apuro, o sea, las de los chinos. Os pongo una imagen que aparece en el suelo de las calles de Cholula.

Por lo demás, el sentimiento de pérdida lo sueño, el de ganancia lo vivo.
Ganancia de viaje, de sensaciones nuevas, de la fruta que recuerda tanto a mi infancia, los mangos, nada que ver con los europeos, el mamey, los limones pequeños, los lichis. Mamones es lo que no he encontrado. Las urracas mexicanas, todas negras y con la cola larga, los laureles de la china, los jacarandas…

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